En el ámbito religioso también es muy común identificar desigualdad de género. Según el libro Cuestiones de género: de la igualdad y la diferencia escrito por Teresa Gonzáles Pérez “los roles que le son asignados al hombre y a la mujer han marcado la experiencia religiosa de nosotras, la rigidez en los rituales han replegado a las mujeres como subordinadas a la “estirpe varonil”. El patriarcado fue desplazando a las mujeres de las principales religiones del planeta ocultando su protagonismo e individualizándolas
Uno de los ámbitos con gran influencia en la construcción de los estereotipos de género lo es la religión, es muy común escuchar en los discursos religiosos que la mujer debe someterse a la autoridad del varón ya sea su esposo o su padre, pero nunca se menciona el que tienen que compartir la responsabilidad en las labores del hogar o si pero muy esporádicamente.
La igualdad de derechos entre mujeres y hombres, aun a pesar de los muchos avances experimentados en las últimas décadas, a través de una formación ilustrada de la ciudadanía, basada -esencialmente- en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de leyes que la fomentan, está aún lejos de ser una realidad cultural, social e incluso de las políticas institucionales. Las mujeres, hoy todavía, gozan de menos derechos que los hombres, en casi todos los ámbitos, como consecuencia de una cultura patriarcal latente, más en unos territorios (estados, comunidades…) que en otros, más en unas culturas que en otras. En el seno oficial de las diversas religiones (especialmente las monoteístas) se establece y promueve el mantenimiento de las diferencias de género, relegando -generalmente- a las mujeres a un papel secundario, cuando no de sumisión (u obediencia) al servicio de los hombres. Ello tiene un origen en las historias y principios de los libros sagrados de casi todas las religiones y en las normas eclesiásticas que han ido apareciendo a lo largo de la historia. Esta realidad que vulnera cualquier principio de igualdad, se lleva hasta sus últimas consecuencias en los senos de las religiones (con diferencias entre unas y otras) y tratan de extenderlas, a veces de forma muy beligerante, al conjunto de la ciudadanía, (fieles o no de una determinada creencia) a través de leyes civiles, sobre todo cuando las religiones “copan” el Estado o éste se deja intervenir, deliberadamente, por aquellas. Es evidente que hay colectivos y personas religiosas que en el seno de algunas religiones tratan de proclamar la igualdad, en derechos, a hombres y mujeres, pero -generalmente- se topan con la resistencia de su propia doctrina oficial y de las actitudes misóginas de un parte de los cleros oficiales y eso se transmite a través de los lugares de culto, de la enseñanza de la religión, de la política…etc. En el debate que proponemos en esta tertulia, trataremos de profundizar -en libertad- sobre estos aspectos relacionados con la igualdad de género en el ámbito de las religiones y de su influencia en la sociedad y en la política, en estos días en donde se celebra en todo el mundo (8 de marzo) el día de las mujeres y de la igualdad de género, proponiendo, desde Europa Laica, no dar ni un paso atrás en los derechos conquistados y exigir los que faltan por conquistar.
La ley antigua asimiló la sexualidad femenina a la maldad (de los vestidos sale la polilla y de la mujer la maldad femenil: ”Eclesiástico” 42, 13) e hizo de la vagina algo parecido al Rey Midas que convertía en oro todo lo que tocaba. La Biblia confiere al sexo femenino la misma capacidad de contagio y de impureza que la lepra. Asi, la criatura nacida de mujer salía contaminada de la maldad femenil, con el pecado original. El deseo y los flujos femeninos siendo en sí mismos pecaminosos, obligaban a la mujer impura a ofrendar sacrificios expiatorios y a pasar por un periodo de purificación que tenía por objeto la separación física de la criatura de la madre y la inhibición de su líbido materna.
Parece ser que la menstruación fué la razón por la que la Iglesia Católica no permitió el acceso de la mujer al sacerdocio (y debe seguir siéndolo, pues sigue sin permitírselo): Se decía... que ni siquiera ella [la Virgen María] como mujer hubiera podido ser sacerdote... Añadían que la mujer a causa de la menstruación es impura. Por lo tanto no sólo no puede subir a un altar, sino que ni siquiera debe acercarse al prebisterio. Asi pues, ni sacerdotisas ni monaguillas ha tenido la Santa Iglesia Católica por causa de la menstruación.
Decretar impuros o malignos los flujos del cuerpo y hacer un tabú de ello y del sexo en general, ha sido una parte importante de la organización de la represión del deseo.
En un texto de la religión janista del 550 a.j. (13) se dice: Para las mujeres no hay nirvana. Tampoco su cuerpo es una envoltura apropiada, por lo que tienen que llevar una. En la matriz, entre los senos, en el ombligo y las ijadas tiene lugar continuamente una sutil emanación de la vida. ¿Cómo pueden estar [las mujeres] en condiciones de autodominarse? Una mujer puede ser pura en su fe e incluso preocuparse por estudiar los sutras o practicar un excelente ascetismo, pero, aun así, en su caso no se producirá el desprendimiento de la materia kármica.
trabajos dignos para hombres y mujeres
El enfoque de la OIT en materia de igualdad entre los hombres y las mujeres
El objetivo fundamental de la OIT es promover las oportunidades para que tanto los hombres como las mujeres puedan acceder a un trabajo digno y productivo en condiciones de libertad, igualdad, seguridad y dignidad humana. Así pues, la OIT considera que dentro del concepto de trabajo decente para todas las personas la igualdad entre los sexos es un elemento clave para que los cambios sociales e institucionales generen igualdad y crecimiento. El enfoque principal o áreas temáticas de la OIT en cuanto a la igualdad de género coincide con los cuatro objetivos estratégicos de la organización, es decir, promover los principios y derechos fundamentales en el trabajo; crear más empleo y oportunidades de ingresos para los hombres y las mujeres; mejorar la cobertura y la eficacia de la protección social y fortalecer el diálogo social y el tripartismo.El mandato de la OIT en materia de igualdad entre los sexos consiste en promover la igualdad de oportunidades y de trato entre hombres y mujeres en el mundo del trabajo, y se basa en los convenios internacionales del trabajo de especial pertinencia para la igualdad entre el hombre y la mujer, sobre todo los cuatro convenios clave sobre igualdad, a saber: el Convenio sobre la discriminación (empleo y ocupación), 1958 (núm. 111), (núm. 100), el Convenio sobre los trabajadores con responsabilidades familiares, 1981 (núm. 156) y el Convenio sobre la protección de la maternidad, 2000 (núm. 183). El mandato también abarca resoluciones adoptadas por la Conferencia Internacional del Trabajo (el órgano de máximo nivel en cuanto a la formulación de las políticas de la OIT) en 1975, 1985 y 1991, y la Resolución de junio de 2004 relativa a la igualdad entre hombres y mujeres, la igualdad de remuneración y la protección de la maternidad.
En la Declaración de política de la OIT realizada por el Director General en 1999 sobre la igualdad entre los sexos y la incorporación de las consideraciones de género, se especifica que deberían adoptarse medidas que se refuercen entre sí a fin de promover la igualdad entre los sexos tanto en el ámbito del personal, como en la esencia y la estructura de la organización; asimismo, se indica que la ejecución de dicha política mediante la estrategia de inclusión de la perspectiva de género es responsabilidad de todo el personal de la OIT a todos los niveles, pero que la responsabilidad final recaerá sobre los miembros del personal directivo, los directores regionales y los responsables de los programas.
La OIT aborda la promoción de la igualdad de género desde una perspectiva doble. En primer lugar, con todas las políticas, programas y actividades se aspira a solucionar sistemática y formalmente los problemas específicos y a menudo distintos de hombres y mujeres, con inclusión de las necesidades prácticas y estratégicas de la mujer en relación con las cuestiones de género. En segundo lugar, las intervenciones dirigidas a grupos específicos (basadas en análisis que tienen en cuenta dichos problemas y necesidades) están encaminadas a lograr la participación tanto de los hombres como de las mujeres y a que ambos se beneficien por igual de las actividades de desarrollo.
La política se puso en marcha mediante un Plan de acción de la OIT sobre igualdad entre los sexos e incorporación de las consideraciones de género en la OIT, aprobado por el Consejo de Administración de la Organización en noviembre de 1999. Los cinco elementos principales del plan de acción para hacer efectiva la inclusión de la perspectiva de género son: fortalecer las disposiciones institucionales; introducir mecanismos de responsabilización y vigilancia; destinar suficientes recursos a la inclusión de la perspectiva de género; mejorar e incrementar la competencia del personal en esta materia, y mejorar el equilibrio entre hombres y mujeres en todos los niveles del personal. Además de la política general y el plan de acción en toda la estructura de la OIT, las cinco oficinas regionales de la OIT han elaborado declaraciones y estrategias de política.
Para lograr que se incluya la perspectiva de género, entre otras cosas se institucionalizan las cuestiones de género en los procesos de los programas. En el objetivo operacional compartido en materia de igualdad de género (adoptado junto a otros cinco objetivos en el Programa y presupuesto de la OIT para 2004-2005) se consignan tres indicadores para medir el avance logrado por los mandantes de la OIT en la adopción de medidas concretas para lograr más igualdad en el mundo del trabajo. El primero se centra en la ratificación y en la aplicación por parte de los Estados Miembros de los cuatro Convenios clave de la OIT en el tema en cuestión. El segundo mide la introducción de cambios concretos en la política, la legislación, los programas y las instituciones de los mandantes con miras a conseguir mejoras significativas en cuanto a igualdad en el mundo del trabajo. El tercer indicador mide la participación de la mujer en eventos de la OIT y en los órganos de gobierno de la misma
bueno en conclucion en nuestra sociedad aun no hemos logrado la equidad entre ambos sexos y no creo que lo logremos en muchos años.